10.12.07


Sobre el editorial del último número de la Revista Internacional de Protocolo

Leyendo el comentario editorial del último número de la Revista Internacional de Protocolo, no he podido por menos que meditar ampliamente sobre el asunto.
Para quien no lo haya leído, o no disponga de la revista (recomiendo comprarla, es una magnífica herramienta de comunicación profesional), sólo decir que el editorialista hace una reflexión sobre la enorme cantidad de responsables o técnicos de Protocolo que nos juntamos a veces en un acto, bien acompañando a nuestro jefe, bien acudiendo por delante a la cita para hacer nuestro trabajo.
No le falta razón al autor del editorial; ¿quién no ha sufrido en carne propia el acoso de un colega tratando de mejorar la posición de si jefe? ¿Quién, a su vez, no lo ha hecho alguna vez, con o sin razón?
Y esto ocurre especialmente en actos que deben prepararse con cierta prisa, por tratarse de un hecho sobrevenido; en ese momento en que hay que pensar rápido y tomar decisiones sin tiempo para el consenso. En o pocos casos, nos presentamos en el lugar incluso antes que el propio jefe de Protocolo de la entidad organizadora.
No puedo estar más de acuerdo con la Revista Internacional de Protocolo en que el hecho, tan frecuente, merece una seria reflexión; a ello se une el hecho también comentado de tener que “reservar plato y asiento a la lumbre” a jefes de Protocolo, auxiliares, escoltas, conductores y un sinfín de personas, trabajadores todos ellos, claro, que suman más que los propios invitados.
A modo de anécdota, en un acto que “tradicionalmente” celebrábamos hace unos años, en que se ofrecía un concierto y una cena, para un aforo de unos 1.200 invitados había que preparar un lugar complementario para cerca de 800 personas, ajenas a la organización.
La revista abre un debate, al que me sumo, y para el que se me ocurre una pregunta evidente: ¿cómo lo solucionamos? La respuesta no es fácil.

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