Normas de cortesía para los Juegos Olímpicos
Hace un par de veranos, estuve de vacaciones en China con mi familia. Es un país muy curioso que se adapta a pasos agigantados a la modernidad; tanto, que a veces resulta chocante. Por ejemplo, encontrar un Starbucks en la Ciudad Prohibida (por cierto, ya no está), o encontrarse con chicos y chicas vestidos casi a lo occidental (que no falte la tira del tanga por encima del pantalón o la falda...). Después, estuvimos en Hong Kong, donde el guía nos decía que ese país estaba cada día más lleno de chinos, que se notaba porque eran maleducados (según él, claro) y chillones (eso sí).
Pues bien, parece que el Gobierno chino está plantando cara a esos presuntos malos hábitos, impartiendo normas de cortesía a sus ciudadanos con vistas a los JJOO.
No está bien estrechar la mano durante más de tres segundos cuando conoces a alguien y es necesario saber cuándo deja de ser correcto mirar a los ojos a tu interlocutor durante una conversación. Así pues, Pekín (que ahora nos ha dado por llamar Beijin) lo ha conseguido, ha desnaturalizado la espontaneidad de sus ciudadanos tras cuatro años de intensas campañas cívicas, que han servido para hacerles ver que escupir en cualquier lugar, como en los ascensores o en los vagones de metro, es una guarrada.
Al menos si hay que creer a Zheng Mojie, subdirector de la Oficina de la Comisión para la Construcción de la Civilización Espiritual de la Capital, que, citado por el diario "South China Morning Post", se ha mostrado muy satisfecho por los resultados.
"Hemos notado una gran mejoría en las maneras del público en los pasados años", dijo. "Ayer, en mi coche, traté de ver si alguien en la calle estaba escupiendo al suelo. No vi a nadie".
Efectivamente, el esputo gratuito, precedido de una sonora limpieza de garganta y al que los chinos son tan aficionados, está cayendo en desuso en Pekín, como está sucediendo con las peleas frente a las puertas de autobuses y metros por acceder antes que los demás; ahora los pequineses forman colas. Y es que, según Zheng, se han distribuido folletos explicativos acerca de las normas más básicas de etiqueta en 4,3 millones de hogares y cinco millones de ciudadanos han recibido clases para aprender a comportarse en público, lo que ha tenido su efecto.
Como consecuencia, durante los JJOO será más difícil que antaño dar con transeúntes en pijama en medio de las calles, o con gente con el pantalón arremangado por las rodillas y la camiseta por encima de la barriga. Los folletos explican, además, cómo tratar con los extranjeros, poco acostumbrados a dar explicaciones sobre su edad, su salario o su vida matrimonial nada más conocer a un extraño.
Una de las normas cívicas de las que no duda Pekín que han sido bien asimiladas por la gente, es la animar a todos los atletas durante los JJOO, no sólo a los chinos.
La campaña de educación también le dice a las mujeres que vigilen la longitud de su falda, no menos de tres centímetros por debajo de las rodillas en el caso de las mujeres mayores y no demasiado atrevida para las más jóvenes.
Descalzarse en los trenes y poner los pies en el asiento del compañero de viaje tampoco es una costumbre extendida en Occidente, dice el folleto, por lo que los chinos educados deberán de abstenerse de continuar con esta costumbre.
Los JJOO de Pekín presentarán, pues, al visitante a una sociedad reeducada, cordial y sonriente, incluso en exceso, durante los JJOO, aunque de momento nadie sabe qué pasará después.
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