2.10.07


La invitación: primera imagen de un acto

Invitar a alguien a un acto es ofrecerle el lugar donde se va a desarrollar ese acto, que se va a convertir en al casa del anfitrión, a que nos acompañe en un acontecimiento que consideramos importante. Invitar es un acto voluntario por el que expresamos nuestro deseo de considerar a una serie de personas como algo importante dentro de nuestra organización. Invitar, por tanto, es querer agasajar, querer considerar, querer dar un trato preferente a una serie de personas y, por tanto, querer que se sientan a gusto.
Hasta ahí, creo que todos estamos de acuerdo. Sin embargo, y al hilo de alguna de las invitaciones que he recibido últimamente, traigo a este cuaderno una consideración que juzgo importante:
La primera imagen de un acto hacia el exterior es la invitación. Cuando la enviamos, estamos pidiendo a los receptores que nos hagan caso, que es importante su presencia y que ellos son importantes para nosotros.
Así, una cuidada elección del diseño y del texto es asunto de enorme importancia; pero no es menos importante el resto de componentes de esa invitación. Es decir, deberemos cuidar, además del ya mencionado diseño y del texto, otros aspectos que configuran nuestra imagen ante el invitado: que esté bien dirigida, que el invitado no haya fallecido, que el cargo o el título del invitado sean correctos, que no haya errores tipográficos o sintácticos, que el nombre y apellidos, así como el tratamiento sean también correctos, que la invitación no tenga manchas o deterioros y que el sobre en que se remite tenga la presencia que exige el interior y esté bien dirigida y tenga los datos del remitente.
Cuidando estos aspectos, tendremos una gran parte del éxito asegurada.

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